Dulce protesta: la repostería como voz política
- SANDRA SERRANO
- 24 abr
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 4 nov
Hay hornos que rugen más fuerte que los altavoces. En muchas ciudades, colectivos de mujeres, migrantes o minorías han encontrado en la repostería una forma de resistencia. Galletas con consignas, pasteles que narran injusticias, panes que se reparten en manifestaciones. El azúcar se convierte en mensaje y el acto de hornear, en una declaración pública.

En un mundo donde todo se mide en cifras, la dulzura se vuelve gesto político. Repartir comida es un acto de poder: quien alimenta, cuida; quien cuida, transforma. Las panaderías sociales, los talleres feministas o las cooperativas de barrio usan la repostería como arma de ternura. El pan sustituye al panfleto; el aroma sustituye al miedo.
Cada galleta compartida en comunidad es una metáfora del mundo que queremos: uno donde la justicia tenga sabor, y la empatía sea comestible.




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