Cómo Atender Quejas sin Perder Clientes (ni Reputación)
- Gustavo Camou Osete
- 18 ago
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 7 nov
Toda marca que crece escucha quejas.Es el precio natural del éxito, el eco de haber llegado a muchos.Pero entre todos los sonidos de un negocio, la queja es el más valioso: es la nota disonante que permite afinar.

Responder a una queja no es apagar un fuego: es encender un diálogo.La tecnología permite respuestas rápidas, pero la velocidad sin empatía es indiferencia disfrazada.Los bots pueden ofrecer disculpas automáticas, pero la disculpa verdadera no se envía: se siente.
En la repostería —y en la vida— el error puede oler a horno quemado o a pastel olvidado.Pero también puede transformarse en aroma de aprendizaje.El cliente que reclama todavía cree.El que calla, ya se fue.
Las tiendas que entienden el poder de la vulnerabilidad responden con transparencia:“Nos equivocamos, y queremos corregirlo contigo.”Esa frase, tan humana, vale más que cualquier cupón.
No hay algoritmo capaz de curar la decepción si no hay empatía.Y no hay reputación tan dañada que no pueda recuperarse con humildad.Porque en un mundo de sistemas fríos, el calor de una disculpa sincera se vuelve revolucionario.
Cada queja es una invitación a mejorar, y cada respuesta, una oportunidad de recordar que el negocio más rentable sigue siendo la confianza.El secreto no es evitar los errores, sino atenderlos con amor.




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