Entre masa y memoria Galletas que cuentan historias de familia
- Gustavo Camou Osete
- 19 may
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 31 oct
Hay negocios que nacen de una estrategia, y otros que nacen de un recuerdo. La repostería pertenece al segundo tipo. En cada receta familiar vive un legado intangible: la memoria. Y esa memoria, cuando se convierte en producto, puede transformarse en un negocio poderoso porque conecta con algo que el dinero no puede fabricar: el afecto.
Las grandes marcas de galletas artesanales que hoy triunfan en el mercado digital no surgieron de un plan financiero, sino de una historia contada en voz baja: la abuela que horneaba los domingos, el olor que salía del horno, la mesa donde todos esperaban el primer lote.Esa historia —auténtica, cálida, emocional— es una herramienta estratégica.

Porque la nostalgia vende lo que la publicidad no puede prometer: sinceridad.
La economía emocional es hoy uno de los motores más importantes del consumo. Las personas no compran solo productos: compran recuerdos futuros. Compran pertenencia, confort y continuidad.Una empresa que logra transmitir la sensación de “hogar” tiene una ventaja competitiva imposible de copiar.Por eso, los mejores negocios dulces no compiten en precio, compiten en conexión.
Convertir una historia familiar en estrategia empresarial exige equilibrio. Se debe conservar la esencia, pero estructurar el proceso. La emoción debe sostenerse con método.Una receta heredada puede escalarse si se respeta su alma y se mejora su estructura. La memoria no se industrializa: se interpreta.Y allí entra el liderazgo del emprendedor: ser guardián del origen y visionario del futuro.
Los negocios familiares que han crecido sin perder su autenticidad tienen algo en común: no se limitan a vender galletas, venden pertenencia. Lograron institucionalizar la emoción.El cliente no solo compra una caja; compra la promesa de volver a sentir lo que un día sintió al compartir una mesa.
El verdadero marketing del corazón no está en un logo ni en un eslogan: está en la coherencia entre lo que se recuerda, lo que se hace y lo que se comparte.Y así como una familia se mide por su unión, una marca se mide por su consistencia.En ambos casos, el secreto está en amasar con propósito.




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