Cocina emocional: Por qué comemos lo que sentimos
- GERMÁN CAMOU GARCÍA
- 16 abr
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 3 nov
Nadie come solo por hambre.
Comemos por amor, por ansiedad, por costumbre, por nostalgia, por consuelo.
Cada plato es una conversación con nuestras emociones.

Las marcas que comprenden eso dejan de vender productos y comienzan a ofrecer refugios.
Un espacio donde el cliente no compra con dinero, sino con afecto.
La cocina emocional es la más honesta: aquella que no disfraza, que no busca perfección, sino conexión.
Es el pan que sabe a infancia, el postre que cura un día malo, el café que acompaña una despedida.
Comer es, siempre, una forma de sentir.
Y las empresas gastronómicas que honran esa verdad no solo alimentan cuerpos: alimentan memorias colectivas.




Comentarios