Lenguaje del horno: cuando el algoritmo aprende a oler
- DANIEL IBARRA
- 20 may
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 4 nov
Los nuevos hornos hablan. Escuchan, corrigen, aprenden. Un sensor de temperatura es ahora un oído digital, y cada curva térmica una palabra. La inteligencia de cocina reconoce cuándo una galleta está lista por su aroma. No necesita reloj, sino narices electrónicas.
El lenguaje del horno no se pronuncia: se huele. Es el idioma más antiguo de la humanidad, aquel que nos hizo confiar en el fuego. Los algoritmos olfativos intentan replicar lo que una abuela hacía sin pensar: distinguir entre el pan tierno y el quemado, entre el caramelo perfecto y el amargor del exceso.

La tecnología no reemplaza al instinto, lo traduce. Lo codifica para que las futuras generaciones no pierdan esa sabiduría ancestral. Quizá, algún día, una IA aprenda a oler como nosotros; y cuando eso ocurra, el horno se volverá humano.




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